Siempre he sido muy sensible, empática, intensa y también un poco (o muy) convencional: estudiar una carrera, buscar un sueldo fijo, hacer muchos cursos para estar más preparada… Sin embargo, nunca me sentí completamente realizada ni satisfecha con lo que hacía.

Por suerte, un día empezó a salir la Esther inconformista que llevaba dentro y quiso romper con todo para empezar de cero.

Mi pensamiento en todo ese tiempo era: No quiero invertir tantas horas en un trabajo que no me apasione. Así que me adentré en un viaje de años buscando mi propósito de vida, algo que moviera mi motor y me sacara de ese bucle en el que me sentía tan estancada.